domingo, 13 de mayo de 2012

Domingo



















A veces pasa que es 
domingo por la tarde 
y te pesan las ciudades. 


Y bajas a la calle
y tiras la basura,
le escupes a la siesta,
y miras a esos tipos que se cuelan 
y aparecen con la boca y los ojos 
bien abiertos en las fotografías,
y comprendes.
Y no soportas,
igual que no soportas el sudor 
que se te pega en los cigarros,
que alguien te diga  
que te tomes un respiro,
que es normal con esta época del año.
Y tú llamas a casa 
y preguntas por las cosas, 
o bates un par de huevos,
buscas un almanaque 
que te explique dónde estás,
y te preguntas si son estos 
los sucesos de domingo.
Y te olvidas del trabajo, 
y olvidas tus manías, 
tus domingos,
olvidas que los días son iguales 
a la suma de cosas por hacer, 
y la derrota que es dolerse todo
el cuerpo.
Y las victorias,
también olvidas las victorias.
Piensas las mujeres que has besado 
alguna vez,
y las olvidas.
Después, 
te olvidas de todas las mujeres. 
Y dejas que la rabia te consuma, 
y también la olvidas. 
Y cae Severa,
y llega el lunes,
y a ti te duele por el cuerpo, 
y no soportas que un atasco 
te decida los horarios,
no soportas que el aire acondicionado 
te recuerde que hizo frío alguna vez, 
o que te hable de la piel.
Y sucede que es domingo por la tarde y 
a ti te viene un pensamiento,
alguien te dice que te bajes a la calle, 
y ves el modo en que se apaga 
la promesa de los viernes,
el modo en que se extingue 
con los últimos destellos de la televisión. 
Y cae Severa,
y alguien te escupe ese cansancio 
de unos labios que aborrecen,
escuchas como dicen: te comprendo.
Y no comprendes,
pero sigues conduciendo hasta el trabajo,
subes la ventanilla,
el volumen de la radio. 
Tal vez imitas un silbido,
el mismo que ese ruido que se flota en las ciudades


Y te olvidas de la vida. 




Fotografía: Karto Gimeno.



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