Hace tanto que no muere
que ha olvidado cómo soy.
La almohada, a las ocho de la noche;
que ha olvidado cómo soy.
La almohada, a las ocho de la noche;
la aspiradora, a las diez.
Y siempre el mismo ruido insomne,
como de no saberse dónde estar
[diría cualquiera que los días de pelo rubio
se han perdido a la frontera].
Por eso, ya lo sabes,
cambió de lugar el frigorífico.
Ahora deja que me muera de una vez.
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