viernes, 4 de mayo de 2012
Estamos condenados a esperar
Hace tiempo que no hablamos,
date cuenta.
Esperarnos por ahí,
esperarnos en un parque,
esperarnos en un pub
o no esperarnos,
me he cansado de esperarnos.
Sabes lo que era montarnos
en un autobús,
en cualquier autobús,
y formar el invierno
en la parte de atrás,
lo que era importarnos
aquello más lejos del ruido de un labio…
todo eso lo sabes
[que aquello importaba una mierda
todo eso lo sabes]
Yo sé que Severa te esconde de mi,
que como un gato que teme a los niños
te esconde de mi,
te muere de mi,
de mi en lugares que siempre encontramos,
antes o después
[pedazos de luces cosidos al faro de un coche,
al humo de un coche],
y no te das cuenta,
a pesar de que ignoras la fiebre del verbo en un labio,
la primavera en un labio,
tú no te das cuenta,
que yo ya no voy a esperarnos
tú no te das cuenta.
Ahora te miro de cara al invierno;
tal vez colocando a tu antojo autovías
y tejados,
como harías con los muebles.
Me dicen que has vuelto a Severa,
que ya no respondes llamadas
de nadie.
Si ellos comprendieran que no te marchaste
yo ya no podría morir nunca…
Es como viajar a cualquier otra parte,
lo mismo que echarse de menos…
Si ellos comprendieran que echarte de menos
requiere tenerte a mi lado,
que la luna de agosto preñada de tierra
nos muere en la boca,
toda llena de espuma,
que yo ya no puedo esperarnos…
Volveríamos a casa
si ellos nos oyeran
[si ellos nos oyeran yo ya no podría
morir nunca].
Y no te das cuenta,
tú no te das cuenta.
Allí metidita en la parte de atrás
de cualquier autobús,
esperando en cualquier autobús
y no te das cuenta
[joder, date cuenta];
que no te das cuenta tú nunca de nada,
que te has olvidado de hablarnos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario