martes, 8 de mayo de 2012

Dicen que has vuelto a Severa




Dicen que has vuelto a Severa, eso dicen. Todo este tiempo han hablado de ti.  Del modo en que arrastrabas las luces de los coches, como rayas de tiza, de tus ojos grandes del color de las farolas, aquellas que empapelabas de números de teléfono que tú nunca me diste. Que se jodan. Por lo que a mi respecta nunca te marchaste.
Recuerdas lo que era caminar a Centrofama, subir las escaleras mecánicas y follar en el aseo, reconocernos en los espejos de luces amarillas, como de parque sin columpios. Sabes que nosotros, los originales, esperamos todavía en el reflejo con las bocas muy abiertas, como cayéndonos del tiempo justo en el momento de volver a levantarnos, convencidos de la muerte de besos y horarios que juguetea al otro lado. Todo eso lo sabes. Y me dicen ahora, quizá, que te han visto acechar las luces de la feria, que te han visto  intentar acertar a los patos del Salitre con la mano toda llena de piedras. Que te han visto, eso dicen. Que digan lo que quieran.
Recuerdas lo que era escribir la ciudad a escondidas. Severa se enfadaba un poco con nosotros porque sus calles amanecían como ajenas, con sus brazos y piernas todo alborotados, igual que un muñeco de trapo. Recuerdas, yo lo sé, aquella vieja que nos detuvo en mitad de la noche y pedía que le desabrocháramos la casaca y le colocáramos sobre la cabeza un exótico bombín que encontrara en aquel parque cerca de Miraflores. Recuerdas su pelo largo, la papada que se agitaba a cada acento, el carrito del mercado. ‘Así, muchas gracias, nena, hace calor en estas noches de noviembre, antes todo esto estaba lleno de princesas‘, y tú un botón, y otro, y otro botón más, y yo te observaba con la sonrisa de los domingos, analizaba el movimiento de tus dedos, creía que de pronto sucedería algo que estropearía aquel momento tan perfecto, que la vieja, tus manos y aquella casaca deshilachada se irían con el viento de la noche como tantos otros instantes. 
Éramos así, atravesábamos la ciudad por un cigarro, y nos dijeron que sí, que se irían como tú en aquel autobús, de un modo banal, casi absurdo de sincero, las cosas que tiene la vida, no se ha despedido ni nada, sí, el próximo es a la nueve menos cuarto, esto te servirá para dormir, eso dijeron. 
Que vivo siempre el mismo día es lo que ellos no comprenden, siempre Centrofama y sus escaleras mecánicas y nosotros dale que te pego en el aseo, escribiendo la ciudad con un periódico en la cara, la vieja con el carrito del mercado y tus dedos colocando los botones, todo a la vez al otro lado mientras nos miramos con la boca toda llena de nombres, tu nombre, mi nombre y el suyo; el de ellos dos, que no saben amar. 
Por eso deja que digan lo que quieran, deja que digan que has vuelto a Severa, que te han visto acechar las luces de la feria, quizá, intentar besar a los patos del Salitre. Todo este tiempo han hablado de ti, date cuenta. Del modo en que arrastras las luces de los coches, como rayas de tiza, de tus ojos enormes del color de las farolas, aquellas que empapelabas de números de teléfono que yo nunca te pedí. Que se jodan, escucha lo que digo. Por lo que a mi respecta tú nunca te marchaste.  



*Acrílico de Jose Manuel Peñalver León. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario