Conozco a personas que matan por ver un partido de fútbol
[el que sea].
También, a profetas que llevan un árbol colgado del culo, los mismos que saben que ser un imbécil te asigna
un empleo de jornada partida,
y que ser un inculto,
de esos que tocan en bares y estudian la constitución,
es lo más malo que puede un país escupirte a la cara.
Conozco a mujeres que salen de noche
[y solo si es verano],
que salen como putas, persiguiendo sobacos peludos
que exhibir por las charcas de Murcia,
y que luego,
echadas a la cama,
se frotan sus coños buscando el consuelo de ser una niña.
Conozco también a gigantes que saben que ser una hormiga
es lo mismo que ser como un dios,
pero esos no salen en los telediarios.
Y conozco a los niños que llevan fusiles de barro
y que dicen que siempre mañana si tú les preguntas
si han visto llorar a un amigo
Supongo
que algo me ha escupido
el semen a la cara
[me gusta pensar que es el tiempo],
y por eso prefiero que cabezas luminosas me digan qué comer,
que zapatos vestir,
que mujeres llevarme a la boca.
Y sí,
reconozco haber sido otras veces la misma persona,
la misma simpleza de ver en las bragas del mundo
la cuna de todas las cosas.
Y supongo también que vamos como ciegos
[también nos reímos a ciegas,
a veces],
por el mismo motivo que jóvenes viudos se follan con ojos de pobre,
si es sábado por la noche y los padres
se han ido de fin de semana.
Por eso me asombra que niños desnudos
vistan las ventanas de los edificios
[con miles de millones de kilómetros de papel higiénico,
y de una marca barata],
y que digan colgados de una lavadora:por algo mis padres quisieron que no me importara
la vida.
*Accésit IX premio de poesía Universidad de Murcia.
**Cuadro de cabecera, autorretrato de Ramón Palmeral.
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