Es cierto cuando dicen
que he arrancado con mis manos
la certeza de la sombra
por la tarde,
la costumbre de aguardar
en los peldaños;
nunca me ha gustado
el modo ese en que se alzan
las farolas
y las luces de las cosas
y de todo lo demás,
igual que si volvieran los veranos calurosos
de la infancia,
la misma sed de entonces.